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sábado, 18 de julio de 2015

Calidad de Vida en el siglo 21

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LA IMPORTANCIA DE GARANTIZAR ESPACIOS 

DE CRECIMIENTO EN CONTACTO CON LA 

NATURALEZA Y ESPACIOS VERDES


EscribeMgr. María Teresa Galeano.
Psicóloga clínica. Máster en Terapia Familiar. Docente Universitaria de la UC.
Tel.: (595 21)234268. Celular: 0981.416466. Mail: licgaleano@gmail.com

Toda una generación de niños crece marcada por el sedentarismo y sin contacto con los espacios abiertos al aire libre. Esa vida trae sus consecuencias: obesidad infantil y estrés son los problemas más habituales, pero también se registra un aumento en la depresión y los desordenes anímicos. El periodista Richard Louv estudió estas problemáticas, forjó el concepto de “déficit de naturaleza” y estableció propuestas para superarlo.

¿Qué es el déficit de naturaleza?

El síndrome o desorden de déficit de naturaleza es el término que el escritor Richard Louv recientemente le dio al resultado en los niños de hoy en día de vivir y crecer lejos del contacto con la tierra.
Este fenómeno ha sido expuesto por muchos escritores, educadores y psicólogos y representa una de las amenazas más importantes para nuestros niños y jóvenes de la actualidad. Al crecer en ambientes que carecen de las oportunidades dadas por el aire libre y la naturaleza los niños pierden importantes espacios de desarrollo cognitivo y de comportamiento.
Por ejemplo, la exploración alimenta la creatividad y la capacidad para resolver problemas. Muchas de las destrezas de convivencia se desarrollan en el juego al aire libre, no solo con otros niños sino también con los diferentes habitantes del bosque o el jardín.
"El Síndrome de déficit de la Naturaleza no es un diagnóstico oficial, sino un modo de ver el problema, y describir los costos humanos de la alienación de la naturaleza, entre ellos: uso disminuido de los sentidos, dificultades de atención, y tasas más elevadas de enfermedades físicas y emocionales. El trastorno puede ser detectado en los individuos, las familias y las comunidades. " - Richard Louv, Last Child in the Woods-
¿Contribuye esto al desarrollo de la creatividad o no?
El cuento de 'Heidi', escrito en 1880 por la suiza Johanna Spyri, sirve de metáfora para lo que algunos expertos empiezan a considerar como el nuevo mal del siglo XXI: el síndrome de déficit de naturaleza. Para alguien acostumbrado a vivir en el campo, las grandes ciudades pueden generar ansiedad o claustrofobia, pero el síndrome que afecta a los niños parece atacar a un nivel más profundo: al desarrollo cognitivo y de comportamiento.
Cuando Heidi, la inocente niña huérfana que vive con su abuelo en una cabaña de los Alpes suizos, es enviada a Fráncfort para hacer de dama de compañía de Clara Sesemann, la hija inválida de una familia pudiente, Heidi se marchita y enferma. Una vez devuelta a la naturaleza, Heidi recupera toda su salud. A la inversa, cuando Clara, con la que traba una fuerte amistad, va a la montaña a visitar a Heidi, consigue levantarse de su silla de ruedas y dar unos pasos.
Hasta ahora, la situación se había descrito al revés. Varios estudios han afirmado que el contacto con la naturaleza ayuda a los niños con trastorno de déficit de atención por hiperactividad (TDAH) a mejorar sus síntomas. De hecho, las salidas al campo han sido el clásico remedio de las enfermedades psiquiátricas. Pero la nueva tendencia lo plantea de otra manera: el alejamiento de la naturaleza es la causa de los trastornos, incluido el que afecta a la salud física y mental a largo plazo de los niños.
Las señales de que un niño está 'alienado' van desde la hiperactividad hasta el ostracismo y la obesidad. Problemas cuyos diagnósticos ya se dan, pero que se suelen tratar por separado.
Realmente, no existe todavía un gran respaldo médico a esta nueva teoría, surgida de un libro que fue un éxito de ventas en EEUU. 'Los últimos niños en los bosques: salvar a nuestros hijos del trastorno de déficit de naturaleza', del periodista Richard Louv, recordó el profundo cambio que ha sufrido la infancia en los últimos tiempos. Hasta hace 30 años, dice Louv, los niños jugaban entre los árboles o en el campo. Hoy, muchos de ellos saben más que antes de especies amenazadas, pero la digitalización ha hecho que sus experiencias sean más virtuales que reales.

¿De qué manera influye en el nivel de madurez de los niños?

Somos varios los que nos preguntamos con frecuencia si no es insalubre que la generación más joven no estimule su imaginación en espacios abiertos. Louv decidió indagar en esto cuando investigaba para su libro "El futuro de la infancia" y descubrió que la falta de contacto con la naturaleza tiene efectos físicos y psicológicos en las personas.

Los niños pasan demasiado tiempo encerrados. Van de la casa a la escuela, a centros de actividades y a casa otra vez. Entienden más que los adultos de tecnología y muestran mayor facilidad para adaptarse al cambio.
En muchas cosas parecen ser más "avispados" de lo que éramos nosotros a su edad o hasta, quizás, más inteligentes. Sin embargo, esta "madurez" prematura les está jugando en contra. Cada vez son más comunes el síndrome de déficit de atención y la obesidad infantil y hay otros efectos como el estrés o la depresión que pueden estar ligados con la falta de naturaleza en sus vidas.
Cuando un niño se golpea o corta en la actualidad, los padres se alborotan; en seguida van al médico y lo llenan de remedios, vendas y cuidados. No es que esté mal cuidar a nuestros hijos, pero estamos ejerciendo una sobreprotección que ignora nuestras propias experiencias.
Louv destaca que no son las ciudades y la tecnología los únicos responsables del déficit de naturaleza; los padres forman parte de las causas. La inseguridad social creciente nos obliga a remarcar más que nunca el "no hables con extraños" y limitan el esparcimiento de nuestros hijos a un área marcada y conocida, a moverse en automóvil y no salir mucho de casa.
En el libro "El último chico en el bosque" Louv sugiere que los niños que son expuestos a la naturaleza muestran mejoras intelectuales, espirituales y físicas en comparación a los que se mantienen encerrados.

Las actividades en la naturaleza probaron disminuir el estrés, mejorar la concentración y promover resoluciones creativas a problemas. Louv y varios investigadores más consideran que ésta es una buena terapia para el síndrome de déficit de atención y otros males que afectan a los niños. Louv va un poco más allá, sugiriendo que mientras aumentar la exposición de los niños a la naturaleza puede ayudarlos a centrarse, la existencia de desórdenes es evidencia de que dos generaciones de alienación pueden haber resultado en un daño considerable ya hecho a nuestros niños.
Los niños necesitan de la naturaleza para desarrollar sus sentidos de aprendizaje y creatividad. Estudios en Estados Unidos, Suecia, Australia y Canadá han demostrado que los chicos que juegan en escenarios naturales (con ríos, campos y árboles) son más propensos a crear sus propios juegos y mostrar mayor cooperación que aquellos que juegan en escenarios armados. Y es que en los ambientes controlados no hay verdadera experimentación ni riesgo. Aunque, precisamente, el riesgo es lo que los padres desean evitar, es lo que más nos enseña y estimula la creatividad a la hora de encontrar soluciones.

El déficit de naturaleza no es una enfermedad que requiera de pastillas o tratamientos inclementes. Por el contrario, puede solucionarse recuperando esa costumbre perdida que tan bien nos hizo cuando nosotros fuimos pequeños. Louv ha iniciado una campaña denominada para ayudar a disminuir las horas que los niños pasan conectados a un medio electrónico.
Estos programas están implementándose en diferentes países, sumando experiencias en ambientes naturales a las materias de ciencias en las escuelas y excursiones de 3 días al aire libre y en contacto con la naturaleza.
Los chicos de ahora aprenden de naturaleza en sus libros y entienden más sobre la selva amazónica de lo que nosotros comprendíamos años atrás. Pero la falta de contacto con la naturaleza intelectualiza el aprendizaje y los vuelve desapegados. Y son ellos los que deberán luchar por preservarla de aquí a unos años. Es hora de volver a encarrilar nuestra unión con la naturaleza. Tanto la de nuestros niños como la propia.
Se habla de que esta situación es un resultado de la cultura misma, de este siglo, sin embargo ¿qué citaría también como otras causas de este fenómeno?, por ejemplo ¿inseguridad social?
Nuestra cultura es una cultura del consumismo, nuestros niños tienen de todo: playstation, juguetes, ropas, wii, la computadora.  Pero les falta el contacto directo con el medio ambiente. Los niños que no se relacionan con el entorno son más individualistas y obesos, y menos creativos.

Lastimosamente, muchos niños crecen hoy sin vivir estas experiencias: su único contacto con la naturaleza es a través de la televisión y la computadora.
La expansión urbanística se ha tragado los espacios verdes. Y restricciones legales impensables hace 30 años los han reducido aún más. Hasta los árboles de los parques se rodean de barreras para que los niños no trepen y evitar posibles demandas.
Los padres de hoy también difieren de sus antepasados en una cosa: ven el exterior de su casa como algo amenazador. Temen que rapten a sus hijos, que les vendan drogas... 
Patología. La consecuencia es lo que Louv define como “trastorno de déficit de naturaleza”, un término inventado, pero que diversos estudios asocian con una serie de síntomas: déficit de atención e hiperactividad, obesidad, ausencia de creatividad y curiosidad, ignorancia sobre la vida natural, falta de comunión con el entorno, individualismo y escaso sentido de comunidad. “Por suerte –señala Louv–, hay un antídoto: devolver a los niños al entorno”.
De hecho, colegios muchos colegios han empezado a acercarse a la naturaleza han constatado sorprendentes mejoras en las notas y el comportamiento de los alumnos. Y no hay que viajar lejos. Incluso cultivar plantas en la terraza o en un minihuerta puede ayudar al niño a establecer vínculos con el medio natural. “Las consecuencias son claras –señala el experto–. Menos trastornos por déficit de atención e hiperactividad, menos riesgo de depresión y ansiedad, más autoestima, mejor desarrollo cerebral, más curiosidad y creatividad y mejor conexión con la comunidad y el entorno”.

LA SITUACIÓN DE ESTE FENÓMENO EN NUESTRO PAÍS.

En este sentido el Paraguay es un país que vive dos realidades. Las grandes urbes y la/os niñ@s que están creciendo en ciudades desarrolladas están viviendo este Déficit de naturaleza.  Pero por otro lado la gran paradoja es que en el interior de nuestro país ocurre lo contrario hay muchos niños que no tienen contacto con la tecnología ni si quiera con un nivel de educación aceptable. Muchos niños viven cultivando la tierra o van descalzos al colegio… Y tampoco tienen acceso a la tecnología y viven otra realidad y están lejos del mundo globalizado. Muchos solo se plantean la desnutrición y un nivel de educación primaria.
Restaurar la relación con la naturaleza interesa a nuestra sociedad, y no sólo por cuestiones estéticas, sino porque nuestra salud mental, física y espiritual dependen de ello”.

¿Qué cambios deberíamos hacer en nuestras ciudades? 

Convertir los espacios abiertos de los alrededores de las ciudades en zonas de naturaleza accesibles y “vivibles” para la población.

• Diseñar centros comerciales con zonas verdes.

• Crear jardines y huertos en los patios de nuestras casas.

• Diseñar nuevos conceptos de parques en los que niños puedan vivir realmente la naturaleza.

• Incluir la relación con el entorno en los planes de estudio.

• Diseñar colegios que integren la naturaleza en sus espacios.

• Propulsar energías limpias, que aseguren un aire menos contaminado para las futuras generaciones.

CALIDAD DE VIDA

A lo largo del tiempo, el concepto de Calidad de Vida ha sido definido como la calidad de las condiciones de vida de una persona, como la satisfacción experimentada por la persona con dichas condiciones vitales, como la combinación de componentes objetivos y subjetivos, es decir, Calidad de Vida definida como la calidad de las condiciones de vida de una persona junto a la satisfacción que ésta experimenta, y, por último, como la combinación de las condiciones de vida y la satisfacción personal ponderadas por la escala de valores, aspiraciones y expectativas personales, no obstante, se estarían omitiendo aspectos que intervienen directamente con la forma de interpretar o no las situaciones como positivas o no, es decir, aspectos que influyen la escala de valores y las expectativas de la personas: la cultura.

Pues bien, la calidad de vida es una categoría multidimensional, presupone el reconocimiento de las dimensiones materiales, culturales, psicológicas y espirituales del hombre, combate el concepto de hombre unidimensional y uniforme y obliga a desplegar mucha creatividad para aprender la diversidad humana. Lo anterior se acopla a la perfección a la mayoría de las tendencias actuales quienes rechazan el concebir al humano como ser lineal, ello se considera obsoleto, ya que desde su misma corporalidad la complejidad el ser humano es indescriptible, por ello acercarse a los procesos desde una forma holística permite mayor comprensión de esta madeja de factores mutuamente influyentes.



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